La evidencia es abundante de que el mal está en aumento, y que las cosas empeoran progresivamente. Nuestros hijos se enfrentan a muchos obstáculos en su camino a la edad adulta, algunos que ni siquiera eran imaginables cuando teníamos su edad. Pero más que una declaración de desesperación fatalista y sin esperanza, esto debería ser un llamado a la acción para todos los padres.

Nuestros hijos son dones preciosos de Dios, confiados a nosotros para equiparlos para que puedan resistir y superar estos desafíos.

Los niños necesitan orientación

Los niños necesitan orientación y apoyo en su desarrollo: físico, mental y espiritual. Creo que una de las filosofías más destructivas con las que se ha engañado a nuestra cultura es la que cree que los niños deben encontrar su propio camino sin límites o con una orientación útil y sabia. Este es el trabajo de los padres.

Ningún buen padre permitiría que su hijo pequeño intente cruzar una calle concurrida por su cuenta, sin tomarse de la mano, enseñándoles a esperar a que la luz se encienda, mirar a ambos lados y usar siempre el cruce de peatones. ¿Por qué sería diferente aprender valores morales?

Pero los padres no necesitan hacer esto solos. Es por eso que asociarse con una escuela que se basa en principios piadosos es esencial. Los valores son importantes, pero no todos son iguales. Dios ha provisto una manera maravillosa para que todos sus hijos se relacionen con Él y con los demás. Desarrollar un sentido saludable de uno mismo y aprender a construir y cultivar relaciones positivas, dentro de una cosmovisión piadosa, son ingredientes esenciales para el éxito. A los niños se les debe enseñar estas cosas a propósito.

No creo en traer niños a una burbuja. Los niños deben aprender a ser contribuyentes independientes y hábiles en su comunidad. Se necesita un esfuerzo de colaboración entre los padres y la escuela para que la próxima generación tenga un impacto para bien, para ser una contracultura de esperanza para un mundo lastimado. Dios nos ha llamado a esto, por amor a él, a nuestros hijos y a nosotros mismos.

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